miércoles, 10 de mayo de 2017

El encuentro con la Diosa triple en El océano al final del camino

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Si nunca has leído nada del famoso Neil Gaiman, El océano al final del camino (The Ocean at the End of the Lane) es una escalofriante historia por la cual se puede ingresar a su mundo de fantasía oscura. Si bien es una novela para adultos, también está escrita para los niños que habitan dentro de esos adultos. Asimismo, con una prosa excesivamente simple, nos enfrenta a lo maravilloso y a lo demoníaco que coexisten dentro de nuestros mundos internos y que a veces sólo se evidencia en nuestros sueños. 


Esta novela fue la ganadora del Premio Locus del 2014 a la mejor novela de fantasía, reconocimiento que ya habían conseguido sus trabajos American Gods y Los hijos de Anansi. Si bien El océano al final del camino tiene gran sensibilidad, ferocidad y un poco de horror, lo que más me atrajo es el encuentro con la Diosa triple desde una mirada infantil.

Mientras leía pensé que sabía el nombre del personaje principal/narrador y sólo al final me di cuenta de que no lo mencionan nunca. Puede ser porque este personaje es tan familiar, que parece conocido. El narrador como adulto nos cuenta su encuentro con la diosa triple en la familia Hempstock: abuela, madre y niña. Estas mujeres representan cómo lo divino y lo demoníaco se encuentran y se contraponen con lo ordinario y lo cotidiano.
Este encuentro desencadena la historia y el desarrollo del conflicto del personaje principal que se puede resumir como el encuentro del niño con la violencia del mundo adulto. Por un lado, ellas, las mujeres Hempstock, representan la fuerza, el valor y la seguridad que necesita un niño enfrentado a la soledad, impotencia e incertidumbre. Especialmente si toda esa sensación proviene del mundo adulto con su brutalidad, ambición y lujuria.

En última instancia, esta es una historia cargada de nostalgia, que trata sobre el tiempo y la transitoriedad, un camino de regreso hacia lo que se llevó el olvido. Al terminar la novela me quedé con la sensación de despertar de un sueño, que permaneció conmigo el resto del día, sin saber exactamente qué era lo que me quedó. Y si alguna moraleja deja esta novela, que no creo que sea su objetivo, es que el mal se esconde detrás de las mejores intenciones.

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