lunes, 25 de octubre de 2010

Las diosas oscuras y Samhain. (parte dos)

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Me encanta el Samhain. Desde que hice la primera vez una ceremonia de "reconciliación" con los antepasados, empecé a agradecer y valorar muchas cosas que antes no había visto. Puedo decir que empecé un proceso de "hacer las paces" con mi pasado y con todas las personas que ahora ya no están presentes, y a valorar las lecciones que me enseñaron.

Otro aspecto importante del Samhain es la reconciliación con el lado oscuro, que empieza a hacerse presente en esta época del año y que en Yule o Navidad empieza a disolverse suavemente, así como la nieve se funde en primavera, para entrar en áreas más luminosas.


Y aunque en realidad aquí en la mitad del mundo la luz y la oscuridad siempre tienen el mismo espacio-tiempo todo el año y bien se puede sentir el verano del norte o el invierno del sur a la vez, las imágenes del ciclo del año que viven en los distintos hemisferios sirven para entender mis propios ciclos. Es muy fácil, cuando las cosas no tienen transiciones dramáticas, que no se les preste atención y la conciencia de las mismas sea fácilmente enviada a algún cajón del inconsciente.

Sin embargo, el trabajo con las diosas oscuras no es jugar a disfrazarse, tampoco es un ritual o una cena con tus antepasados, ni siquiera se acerca a leer o investigar una diosa en particular. El trabajo con las diosas oscuras, justo en este período en que en este país se celebra el día de los muertos el 2 de noviembre, es un trabajo precisamente de contacto con los miedos más profundos (como la Muerte), los fantasmas ocultos en la penumbra de nuestros rincones, o las sombras que acechan en los silencios. Aparecen emociones que pueden derivar en ataques de pánico o de angustia, en terribles accesos de ira, de odio, de resentimiento, de arrepentimiento. De repente podemos ser presa fácil para nuestros vicios, nuestros errores que retornan como espectros, nuestros más profundos secretos y silencios, que regresan para dejar de ser ignorados. Empiezan los seres del inframundo a pulular las calles de nuestra memoria y a tomarse los espacios que estaban reservados a las defensas.

Trabajar con las diosas oscuras es ver, enfrentar, mirar a la cara eso que creíamos que no era nuestro, que es de alguien más, una proyección en una sala de cine... pero en realidad habita los sótanos y los áticos de nuestro inconsciente.
Puede sonar a película de terror, en varios momentos lo he vivido así, por eso no viajo sola. Pido ayuda a un psicopompo para que me acompañe. Utilizo elementos artísticos para que no se queden rondando los espectros por la casa, sino que encuentren su lugar en mi psique. Porque al trabajar con el rostro oscuro de la Diosa, estamos aceptando ver y enfrentar las cosas que necesitan ser sanadas dentro de nosotros y reconciliarnos con esos aspectos. Ese es un aspecto del camino hacia la sabiduría.



Entonces tengo que hacer una pausa: no más diosas por ahora. Un ratito dejaré de pensar en las emociones reprimidas, en las heridas del pasado, en los momentos de horror del presente (a veces le tengo miedo a la gente), en las emociones negativas (ira, odio, celos, envidia). Sin embargo hasta ahora he descubierto un par de cosas.

Cuando se habla francamente, poca gente reconoce estas emociones como propias, es decir, cuando confrontas a otros (o a uno mismo) con emociones negativas. Algunos dicen: "yo no soy envidiosa, pero..." Los peros pueden ser muchos: pero me gustaría ser como tal persona, o hacer tal cosa como x persona. Otros dicen: yo no soy celoso, pero "tengo miedo de perderte, te vas a ir con otro, me vas a dejar, no me quieres, con quién hablas, yo quiero tener eso o lo de más allá, yo soy mejor o peor que tal"... en fin, los peros siempre son muchos y existen en todo y en todos. Lo más importante es reconocer que sí existen esas emociones dentro de cada uno de nosotros, que son parte de nuestro bagaje humano y que si las miramos atentamente nos cuentan nuestra propia historia.

Algo de lo que he aprendido en este proceso es que las preguntas ¿Quién soy? y ¿Qué es lo que realmente quiero en mi vida? Sean mis guías hacia la sabiduría. Voy a compartir un poco lo que quiero: quiero amor incondicional, quiero paz y tranquilidad, quiero viajar y conocer el mundo, quiero ser feliz. ¿Y eso qué? Bueno, que para eso tengo que amar y perdonar primero, agradecer y disfrutar de cada momento, conocerme mejor, ser íntegra, controlar mi mente y mi lengua, que a veces parecen irse de paseo sin mí (es decir, vivir el aquí y el ahora), meditar, orar, y amar y amar y amar. Eso significa para mí. Es lo que las diosas me han susurrado al oído cuando he dejado de llorar.


Como dije en la primera parte de las diosas oscuras, este es un viaje de descubrimiento. Al iniciar este trabajo interior se presentó la oportunidad de un trabajo exterior. Ahora mismo trabajo en terapia con víctimas de violencia doméstica y oigo muchas historias, todas cargadas de dolor, de victimización, de incomprensión, de soledad, de tristeza, pero también de compasión, de fortaleza y valentía a pesar del miedo y de integridad, cuando han dado un paso para recuperar sus vidas. Creo que es la otra cara de las diosas oscuras: esa que nos invita a ver la luz cuando estamos rodeados de una oscuridad enceguecedora, una luz interior, que nos guía hacia donde debemos ir. Este es el pedacito de diamante que he sacado de mi mina interior. Por lo pronto hago una pausa, para respirar aire puro y luego volver, porque este camino recién comienza.

Nota: Las emociones básicas: miedo, placer, dolor, ira y envidia son las más extendidas entre los seres sintientes (es decir, humanos , plantas y animales). Las plantas sí sienten dolor y miedo, los animales buscan la superioridad de unos sobre otros, por lo tanto también una compulsión a la ira y envidia (luchas de poder), no se diga los humanos. Estas son emociones primarias, no confundir con sentimientos. Y recuerden, esta es una hora oscura, por eso hablo de estas cosas, sobre lo luminoso hay mucho material que he posteado y espero que les guste.