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Esta novela fue la ganadora del Premio Locus del 2014 a la
mejor novela de fantasía, reconocimiento que ya habían conseguido sus trabajos American Gods y Los hijos de Anansi. Si bien El
océano al final del camino tiene gran sensibilidad, ferocidad y un poco de
horror, lo que más me atrajo es el encuentro con la Diosa triple desde una
mirada infantil.
Mientras leía pensé que sabía el nombre del personaje
principal/narrador y sólo al final me di cuenta de que no lo mencionan nunca.
Puede ser porque este personaje es tan familiar, que parece conocido. El
narrador como adulto nos cuenta su encuentro con la diosa triple en la familia
Hempstock: abuela, madre y niña. Estas mujeres representan cómo lo divino y lo
demoníaco se encuentran y se contraponen con lo ordinario y lo cotidiano.
Este encuentro desencadena la historia y el desarrollo del
conflicto del personaje principal que se puede resumir como el encuentro del niño
con la violencia del mundo adulto. Por un lado, ellas, las mujeres Hempstock,
representan la fuerza, el valor y la seguridad que necesita un niño enfrentado
a la soledad, impotencia e incertidumbre. Especialmente si toda esa sensación
proviene del mundo adulto con su brutalidad, ambición y lujuria.
En última instancia, esta es una historia cargada de
nostalgia, que trata sobre el tiempo y la transitoriedad, un camino de regreso hacia
lo que se llevó el olvido. Al terminar la novela me quedé con la sensación de
despertar de un sueño, que permaneció conmigo el resto del día, sin saber
exactamente qué era lo que me quedó. Y si alguna moraleja deja esta novela, que
no creo que sea su objetivo, es que el mal se esconde detrás de las mejores
intenciones.
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