Gaston Bachelard
¿Será que detrás de sus ojos se encuentra la violencia de la naturaleza, su energía implacable, el eterno femenino? ¿Será que en ellas habitan los remanentes de la paradoja, el límite entre lo humano y lo divino, lo sagrado indiferenciado, aquello que por su dualidad es incontrolable y por tanto cada vez más ajeno a esta sociedad, a esta destructora y controladora humanidad? El deseo de someter, destruye no sólo a aquello que se desea controlar, sino al controlador mismo, que aleja de sí la energía creativa que surge del caos y que sólo el Amor puede integrar en la danza universal.
Surgen de la profunda penumbra un par de ojos verdes,
"luminosos y transparentes, como las gotas de la lluvia que resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano". (Gustavo Adolfo Bécquer "Los ojos verdes")
Detrás de aquellos ojos, el agua. Sí, porque las hadas de ojos verdes tienen una profunda relación con el agua. No sólo me refiero a las sirenas y a las ninfas, también a las korrigans, lamias, xanas, lunias, janas y ondinas, gojes, alojes, asrai, glaistig y selkies, entre otras.
El agua es el espacio del inconsciente y de los afectos. Ésta forma parte de los sueños y de la fantasía, más allá del tiempo, y la tierra se refleja en ella, para vivir el misterio de lo fabuloso.
El agua es el espacio del inconsciente y de los afectos. Ésta forma parte de los sueños y de la fantasía, más allá del tiempo, y la tierra se refleja en ella, para vivir el misterio de lo fabuloso.
En la hermosa leyenda de Bécquer, "Los ojos verdes" un joven noble, llamado Fernando de Argensola, se adentra en un bosque siguiendo a su presa de caza, un ciervo. No escucha a su joven montero y se adentra en un territorio vedado a los humanos y mira a una criatura considerada maligna, de inmensa belleza, etérea, encantadora y se enamora de su visión. Este amor le produce la pérdida de color en la piel y el ánimo sombrío.
Fernando recuerda que al entrar en este territorio encantado todo es frescura placentera y sonidos llenos de poesía que acarrean las aguas. Este paraje maravilloso es su lugar de eterno retorno, va allí todos los días sólo para ver si la encuentra nuevamente. Hasta que una tarde la encuentra, peinando su larga cabellera dorada, metida en el agua y con unos ojos que han clavado su mirada en el centro del corazón del joven, unos ojos de un color imposible, ojos verdes... El joven encantado con la mirada de aquel ser encantador y maligno, no escucha las advertencias de sus consejeros de alejarse del lugar y hechizado por las palabras de amor de esta hermosa mujer, la sigue hasta las profundidades de su morada:
Fernando recuerda que al entrar en este territorio encantado todo es frescura placentera y sonidos llenos de poesía que acarrean las aguas. Este paraje maravilloso es su lugar de eterno retorno, va allí todos los días sólo para ver si la encuentra nuevamente. Hasta que una tarde la encuentra, peinando su larga cabellera dorada, metida en el agua y con unos ojos que han clavado su mirada en el centro del corazón del joven, unos ojos de un color imposible, ojos verdes... El joven encantado con la mirada de aquel ser encantador y maligno, no escucha las advertencias de sus consejeros de alejarse del lugar y hechizado por las palabras de amor de esta hermosa mujer, la sigue hasta las profundidades de su morada:
"Fernando dio un paso hacia ella...,otro, y sintió unos brazos delgados y flexibles que se liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos, un beso de nieve,...y vaciló,..., y perdió pie, y cayó al agua con un rumor sordo y lúgubre.
Las aguas saltaron en chispas de luz y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose, hasta expirar en las orillas".
Fuentes: "Vida, secretos y costumbres del mundo encantado de las Hadas" de Teresa Martín.